En una de esas raras veces en las
que hago la compra (ya os he dicho que mi marido asume gran parte de las
labores domésticas) encontré un stand de repostería del Dr. Oetker en el que
había varias cajas de fondant blanco y lápices pasteleros. Siempre me había
llamado la atención la pasta de azúcar y, aunque tenía pensado hacer un curso Wilton
para aprender a usarlo, no pude resistir la tentación de comprarlo para probar.
Por otro lado mi suegra me había
pasado una receta de galletas de mantequilla que parecía muy sencillita y en la
que no había que dejar la masa reposando un día, como decía en todas las
recetas que encontraba por la red. Así que, aprovechando que tenía una barbacoa
en casa de una amiga, decidí hacer mis primeras galletas y decorarlas con
fondant. ¡No podía ser tan difícil!
El primer problema con el que me
encontré fue que no había dios que amasase el engrudo de ingredientes de la
receta. Tengo poca fuerza en las manos y mi robot de cocina de entonces no daba
mucho de sí, por lo que tuve que terminar de mezclar la harina a mano. Me costó
un montón. Se me pegaba constantemente a las manos, no conseguía mezclarlo y
acabé con un dolor de muñecas considerable. Si mi marido leyese esto me
llamaría exagerada pero, para hacer honor a la verdad, al final tuvo que venir él
una vez mas al rescate y terminar de amasarlo todo, enseñándome cómo hacerlo
para que me resultase fácil y cómodo.
Una vez fuera del horno las galletas habían crecido mucho más de lo que yo tenía pensado. La receta que me habían pasado era para utilizar con una pistola de galletas y no con cortadores para decorarlas después, por lo que llevaba levadura que, obviamente, amplió el tamaño de las galletas un centímetro. Como me habían dejado una de esas cajas tan monas con cortadores de varios tamaños no me importó demasiado.
Mientras se enfriaban las
galletas, y como siempre a contra reloj, procedí a manipular el fondant. Lo
primero fue intentar colorearlo de rosa siguiendo las instrucciones de la caja.
No sé si fue el tipo de colorante que le puse o que no lo amasé suficiente,
pero el resultado fue una pasta de azúcar de aspecto amarmolado muy chula (Como
lo que hacíamos con un barreño con agua, pintura y unas cartulinas de pequeños).
Aunque al principio me molestó no conseguir un color uniforme, ahora creo que
me quedó chulísimo y a todo el mundo le encantó. ¡Seguro que ni aposta me
habría quedado tan bien!
En los últimos 5 minutos cogí los
lápices pasteleros y probé a hacer varios dibujos con ellos sobre el fondant.
Alguno no me quedó muy allá, como los que parecen huevos fritos, pero comprobé
que eran muy cómodos de usar y, sobre todo, muy limpios!!
Como al final quedé bastante
satisfecha con esta primera incursión al mundo galletil con fondant, y además
la gente fingió muy bien diciendo que estaban riquísimas y que eran preciosas,
al día siguiente horneé otra tanda con la masa que me había sobrado. En esta
ocasión, al haber reposado en la nevera, la galleta creció menos por lo que el
resultado fue mas homogéneo y la decoración, al hacerla mas sencilla, quedó mucho mas bonita.
© [2013-2014] [Be brown, be sweet]
Luz Ignesón
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© [2013-2014] [Be brown, be sweet]
Precioso el aspecto marmoreo de tus galletas
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