Mi abuela Luz, de la que viene mi
nombre, es una mujer que ya en su tiempo fue bastante avanzada yendo a la
universidad y viajando a Marruecos con sus compañeros de estudios. Se casó con
su gran amor y, aunque no pudo realizarse profesionalmente, fue una esposa y
una madre perfecta. Cuando yo era pequeña jugaba con mi hermana y conmigo a la
Ilíada, cada una era una diosa y mi primo era Paris. Suena algo pedante, pero
fue una manera sencilla y encantadora de introducirnos en la mitología clásica.
Toda su vida ha sido una gran escritora, aunque nunca ha publicado nada, y
siempre ha sido un buen ejemplo para mí.
Por su cumpleaños decidí hacerle
una tarta, pero desgraciadamente una amiga suya ya se había ofrecido a hacerle
una, así que decidí completarla llevando unas flores de azúcar para decorarla.
Quedaron estupendamente dándole un toque romántico a la tarta de piña y los
colores combinaron a la perfección.